Gladys “La Bomba Tucumana” conmovió a todos al abrir su corazón en un día especialmente doloroso. El pasado 25 de mayo, en medio de un cielo gris y un alma hecha pedazos, la cantante compartió en sus redes una carta abierta dedicada al gran amor de su vida, Luciano Ojeda, su compañero incondicional. Un texto crudo, poético y lleno de verdad que reveló la intensidad de un vínculo que ni la muerte puede borrar.
“Mi gran y único amor eterno”:
A través de su cuenta oficial, Gladys publicó un texto profundo y conmovedor, donde desde la primera línea se percibe el dolor atravesando cada palabra. “Solo paso por acá para agradecer a todas las personas que te apreciaron y estuvieron a tu lado hasta tu último momento en este mundo injusto”, escribió, dejando claro que ese mensaje no era solo para él, sino también para quienes lo acompañaron hasta el final.
Con un tono íntimo y lleno de ternura, lo recordó desde la esencia: “Gracias por todos los momentos compartidos, por el inmenso amor que me diste, por haberlo dado todo… hasta lo que no tenías”. Lo llamó de todas las formas posibles que demuestran una historia llena de códigos privados: “Mi flaco, mi guerrero, mi centurión, mi turco, mi soldado, mi capitán, mi Chano, mi Luciano”. Pero más allá de los nombres, Gladys se animó a contar lo que su pareja le dejó como enseñanza: “Que el dinero no importa, que hay que ser valiente, que es mejor unir que separar, que para amar solo hay que saber hacerlo, y nosotros supimos”.
.
.
En un pasaje cargado de imágenes poderosas, se lamenta: “Hoy 25 de mayo con un día completamente gris y raro ya no estás aquí conmigo”, y lo imagina entrando por la puerta, como si el tiempo pudiera revertirse. “No puedo olerte, pero están tus cosas acá conmigo, y en mi alma para siempre sintiendo este gran amor incondicional”.
.
Uno de los momentos más conmovedores del texto llega cuando relata el instante en que él, con una lucidez estremecedora, eligió despedirse: “Hace unos días me miraste y me dijiste: ‘Mami, perdón, ya no más. Viví y luché por vos hasta hoy, pero ya no puedo’”. Y fue entonces cuando sellaron su amor de manera eterna: “Te casaste conmigo, nos casamos ante Dios, con nuestras alianzas sellamos nuestro amor eterno que trasciende la muerte, la horrible muerte”.
A pesar del dolor, Gladys no oculta su admiración por la fortaleza de Luciano: “El más valiente”, “el que se bancó mil flagelaciones todo por vivir”. Y en la misma línea, expresa lo más difícil de asumir: “No puedo siquiera pensar que me dejaste, mi gran amor, no es cierto que ya no podremos besarnos, charlar, cocinar, salir de viaje, pescar, hacer todo lo que amábamos los dos”.
.
Finalmente, se rinde ante el misterio del tiempo y la fe, y aunque se lamenta con el corazón apretado —“Qué lástima que nos duró tan poco”—, se permite imaginarlo con “alas blancas, plateadas”, mirándola desde algún lugar. Gladys concluye su carta con un cierre tan potente como eterno: “Te amo, te extraño, te necesito, mi gran amor, mi vida. Mi gran y único amor eterno. Descansá amor mío. Ya no duele más”.