La noticia de su internación cayó como una trompada al corazón de quienes la admiraron siempre por su fuerza y garra. Alejandra “Locomotora” Oliveras, ícono del boxeo argentino, fue hospitalizada de urgencia tras sufrir un ACV y permanece en terapia intensiva. Aunque el parte médico oficial aún es escaso, se sabe que su estado es delicado y la preocupación crece entre sus fanáticos, colegas y seres queridos.
Un pasado marcado por traiciones y golpes invisibles
Mientras se espera por su evolución, inevitablemente muchos recuerdan que la vida de Oliveras siempre fue sinónimo de lucha. No solo dentro del ring —donde alcanzó la gloria al consagrarse campeona mundial en cinco categorías distintas— sino fuera de él, donde los combates eran más crueles y silenciosos.
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En una cruda entrevista que brindó en 2022 en el programa Todo Pasa, la exboxeadora expuso una traición que marcó un antes y un después en su vida: “Diez días antes de irme a México a pelear por el título del mundo, encontré a mi marido en la cama con mi propia hermana”.
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Ese episodio, devastador en lo emocional, ocurrió justo antes de uno de los momentos cumbre de su carrera, el combate ante Jackie Nava en mayo de 2006. Pero Alejandra subió igual al ring, con el corazón roto y una determinación feroz. “Me fui a México con el corazón destrozado. Creo que me vengué con Jackie Nava por lo que me había pasado”, dijo entre risas, aunque de esas que duelen más que alivian.
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A pesar del sufrimiento, nunca bajó los brazos. “Para no llorar, entrenaba, porque sentía que no podía suspender el sueño de mi vida”, confesó. Dormía en el piso, trabajaba en varios gimnasios y todo lo que ganaba lo destinaba a sostener a su familia. El amor por ese hombre se apagó para siempre: “Estaba muy enamorada, pero nunca más volví con él”.
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Pero sus batallas no empezaron ahí. Desde su juventud, Oliveras enfrentó contextos extremos y relaciones violentas. Sobre su primer compañero de vida, reveló sin rodeos: “Me pegaba durante el embarazo, lo hizo también después que nació y hasta que me separé”. Hasta que un día, encontró el valor para frenarlo: “Lo esperé, cerré el puño y le di con toda la fuerza que tenía. Cayó sorprendidísimo al suelo. Agarré a mi bebé, una bolsa de nylon, y me fui. No volví nunca más”.
Hoy, su cuerpo está librando una nueva batalla, y la esperanza de todos está puesta en su recuperación. Y mientras muchos la recuerdan como una guerrera del deporte, sus propias palabras la definen mejor que ningún cinturón: “Los golpes de la vida son peores que los del ring, porque no los esperás. La pelea más dura es la vida, es levantarte todos los días y decir ‘no voy a aflojar’”.
Una frase que, hoy más que nunca, resuena con fuerza en el corazón de todos.